El protector silencioso: La historia del argentino que salvó vidas con sus cascos
En la Argentina de 1956, la industria automotriz y el deporte de riesgo daban sus primeros pasos, pero una pieza fundamental en la seguridad brillaba por su ausencia: el casco protector. No había fabricantes, ni bibliografía, ni una sola normativa que los regulara. Pero en la zona de Liniers, un joven técnico aeronáutico llamado Cristian José Pablo Valls, se propuso cambiar la historia.

Su vocación por el paracaidismo deportivo lo llevó a constatar, en carne propia, el riesgo de los golpes durante la salida del avión y la llegada a tierra. Fue entonces, con apenas 18 años, que se sentó a idear la solución. Su primer casco no era para vender; era para protegerse a sí mismo y a sus camaradas. Pero ese simple acto de creación marcó el inicio de un legado.

La necesidad de salvar vidas no se detuvo en las alturas. Con el auge de las motonetas en la Capital Federal, los accidentes de tránsito se volvieron una plaga trágica en las calles adoquinadas y con vías de tranvía. Conmovido por las muertes, Valls fue convocado por el Director de Tránsito para que, junto al Instituto Argentino de Normalización y Certificación (IRAM), creara un estándar de seguridad. El resultado fue la Norma IRAM 3621/62, un hito que forjó los cimientos de la protección vehicular en el país.

Valls registró su marca como «N.A. Helmes» para cumplir con las leyes que no permitían vocablos extranjeros, pero la calidad de sus productos y su visión pronto lo hicieron inmortalizar su nombre como N.A. Helmets.

A partir de ahí, su trabajo se convirtió en una constante evolución, un plan incansable de investigación y desarrollo al que bautizó Programa MAJOR. Con cada nueva necesidad, nacía un nuevo casco: para pilotos de acrobacia aérea, motociclistas, andinistas que se aventuraban en el Everest e incluso expertos en espeleología. Su genio y su compromiso le abrieron las puertas de las Fuerzas Armadas y de Seguridad, convirtiéndose en un proveedor directo para la Fuerza Aérea, la Policía Federal y la Gendarmería.

Pero la prueba más dura de su capacidad llegó el 3 de abril de 1982, con la convocatoria de la Fuerza Aérea para una misión vital: fabricar cascos balísticos de infantería para los soldados que partían a Malvinas. Con recursos limitados y en un tiempo récord, Valls cumplió con el llamado de la patria, demostrando que su patriotismo era tan firme como el material de sus cascos.


La audacia de Valls trascendió fronteras. Su trabajo en el automovilismo deportivo lo llevó a colaborar con Juan Manuel Fangio, quien adoptó los cascos N.A. para sus corredores en el exigente circuito de Nürburgring, Alemania. Su reputación llegó incluso a los más altos niveles de la ciencia cuando el ingeniero argentino de la NASA, Pablo Gabriel De León, lo designó como asistente en el diseño de cascos para astronautas, con pruebas en la Universidad de North Dakota.



Hoy, la marca N.A. Helmets es sinónimo de una historia de perseverancia, ingenio y compromiso. Más que un fabricante, Cristian Valls es un visionario cuya obra sigue viva. Su dedicación es admirada por miles de personas que, tras décadas de usar sus cascos que no tienen vencimiento, saben que él es un ángel guardián en el camino y siguen siendo atendidos personalmente por él en su taller laboratorio para recibir las actualizaciones necesarias.

Valls, considerado el primer fabricante de cascos en Argentina, contribuyó directamente con las Fuerzas Armadas y, en colaboración con el CITEFA, desarrolló sus cascos balísticos y de fragmentación. Con la misma pasión del primer día, continúa el desarrollo de sus cascos y en este momento está preparando una edición especial para conmemorar el 70° aniversario de su creación, que se cumplirá en el año 2026. Un legado que se renueva y que, 70 años después, sigue demostrando que el talento argentino no tiene límites.




Los Torinos, de recorrida por el circuito de Nurburgring, El Infierno Verde, en la previa a la gran hazaña realizada por este gran auto argentino.